
Manuel Rosales no es precisamente el tipo de político que me caiga bien. Comenzando por su ideología política –la socialdemocracia-, que no es la que yo comparto. Continuando por su bajo nivel cultural –“las peras al horno”, “cantos de ballena”, y demás pachotadas-, que no es el deseable en un líder. Y terminando en su mediocre capacidad oratoria, que no es la recomendable en un político. Tuve, sí, que votar por él en el 2006 ya que al lado de Hugo Chávez era la opción menos mala, lo que no quiere decir que llegase a ser buena. La teoría del mal menor, como atinadamente la bautizó Jaime Bayly cuando las elecciones peruanas.
Actualmente, ese dechado de defectos que es Manuel Rosales se encuentra solicitando asilo político en Perú, porque el gobierno venezolano lo acusa de corrupto y lo quiere encarcelar. ¿Es Manuel Rosales corrupto? Probablemente sí, es decir, es un político venezolano, ergo, son más altas las probabilidades que lo sea. Sin embargo, a pesar de todo ello y de mi misma, no me queda sino apoyarlo en este momento. ¿Y por qué? Bueno, porque el suyo es un clarísimo y evidente caso de persecución política.
La “lucha contra la corrupción” se ha convertido en el mejor instrumento político para perseguir a quien disiente. Una acusación de este tipo genera el repudio de la opinión pública en pleno, ya que por principios todos estamos contra la corrupción. Esto lo sabe el gobierno y hasta un bebé de 2 meses, por eso no hay mejor arma que acusar de corrupto –con pruebas reales o forjadas- al que no es sino un enemigo político, y sanseacabó.
Allí está el detalle.
Lo que están haciendo con Rosales es una monstruosidad que de forma se llama “lucha contra la corrupción” y de fondo no es sino mera “lucha contra el enemigo político”. Apoyar semejante cosa es deshonrar lo que en verdad significa ese acto moral combatir la corrupción . Y es que detrás de esa "noble cruzada" se esconde, aparte de un trasfondo evidentemente político, una hipocrecía monumental, ya que por corruptos los rojos éstos no tienen precisamente moral para juzgar a alguien por ello.
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Actualmente, ese dechado de defectos que es Manuel Rosales se encuentra solicitando asilo político en Perú, porque el gobierno venezolano lo acusa de corrupto y lo quiere encarcelar. ¿Es Manuel Rosales corrupto? Probablemente sí, es decir, es un político venezolano, ergo, son más altas las probabilidades que lo sea. Sin embargo, a pesar de todo ello y de mi misma, no me queda sino apoyarlo en este momento. ¿Y por qué? Bueno, porque el suyo es un clarísimo y evidente caso de persecución política.
La “lucha contra la corrupción” se ha convertido en el mejor instrumento político para perseguir a quien disiente. Una acusación de este tipo genera el repudio de la opinión pública en pleno, ya que por principios todos estamos contra la corrupción. Esto lo sabe el gobierno y hasta un bebé de 2 meses, por eso no hay mejor arma que acusar de corrupto –con pruebas reales o forjadas- al que no es sino un enemigo político, y sanseacabó.
Allí está el detalle.
Lo que están haciendo con Rosales es una monstruosidad que de forma se llama “lucha contra la corrupción” y de fondo no es sino mera “lucha contra el enemigo político”. Apoyar semejante cosa es deshonrar lo que en verdad significa ese acto moral combatir la corrupción . Y es que detrás de esa "noble cruzada" se esconde, aparte de un trasfondo evidentemente político, una hipocrecía monumental, ya que por corruptos los rojos éstos no tienen precisamente moral para juzgar a alguien por ello.
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Por todo lo anterior, y porque una injusticia (la presunta corrupción de Rosales en detrimento del pueblo zuliano) no se puede combatir con otra (aplicándole una pena por oponerse a Chávez), no me queda sino solidarizarme con su causa. Eso sí, esperando que cuando la justicia regrese sea un tribunal imparcial y solvente quien lo juzgue, y si en efecto es un ladrón lo condene.
