Que se sincere el "padre" Alberto y decida

Muchísima pena ha causado en mi persona el caso del padre Alberto. Pasada la ira, muy bien reflejada en el post anterior, ahora lo que siento es un gran desconcierto. He gastado buena parte de mi tiempo viendo en YouTube los programas miameros que hablan del caso y no dejo de preguntarme amargamente ¿por qué?, ¿por qué tuvo que hacer eso?, ¿por qué de esa manera?

Es un caso realmente lamentable. Me cuesta sobremanera verlo como un hombre malo, como una mala persona, y eso es así porque probablemente Alberto Cutié no lo es. Es más, quienes lo conocen dan fe que a lo largo de toda su carrera sacerdotal había sido un hombre piadoso, caritativo, bueno, que había estado allí cuando lo necesitaban. ¿Pero entonces por qué nos hizo esto a los fieles y a la Iglesia Católica?, ¿por qué así?

Lo del enamoramiento es algo bastante sórdido, vamos, que una mujer vea a un sacerdote que oficia misa con ojos de hombres, y el sacerdote vea a la feligrés con ojos de mujer es algo perturbador, que me cuesta mucho entender, pero que al final podría excusar porque a fin de cuentas humanos somos todos y esas cosas están dentro de las improbables posibilidades de la vida.

Pero lo que ha sucedido después no. Ni lo entiendo, ni lo acepto, ni lo excuso. Del Padre Alberto, de ese hombre que salía en la TV, del simpático que tenía pinta de buena gente, del que hablaba tan bien, del que a pesar de sus ideas un tanto liberales parecía por sobre todas las cosas un hombre honesto y recto, lo que me esperaba era eso: honestidad y rectitud. Que hiciera lo correcto. Que si se veía tentado por el amor, que si sentía que lo descubría y quería vivirlo plenamente, renunciara a sus votos y una vez despojado de ellos viviera lo que tenía que vivir.

Pero no lo hizo. Jugó doble play, se fue por el camino de la mentira, de la hipocresía, de la doble vida y de la falsa moral, cuyo trayecto aderezó, además, con un descaro y un desparpajo abismal que lo llevaron a perder todo el pudor y la consideración para de esa manera soltarse el moño en plena playa. Y aparecieron esas fotos, esas infernales fotos que duelen en el alma porque son el testimonio gráfico de este nuevo triunfo del mal sobre el bien. Y apareció en televisión, en Primer Impacto, y lo hizo vestido de sacerdote, con perfecto cuello romano, explicando que aún no había sido suspendido de la Iglesia ni nada, aumentando así mi desconcierto.

¿Es que va a esperar que lo suspendan? Lo que se esperaba y espera es un acto de honestidad espiritual, de decoro moral, que haga lo correcto: que renuncie a sus votos sacerdotales o que, por el contrario, se arrepienta de lo que hizo, pida perdón, deje a esa mujer y clame por la infinita misericordia de Dios para incorporarse a la Iglesia nuevamente. Cualquier cosa diferente es incorrecta e indeseable, porque le hace mal a la Iglesia y nos hace mal a los fieles.