La dignidad en RCTV

Siempre que tengo la oportunidad de conversar con la abuela Farol aprovecho el momento para aprender lo más que puedo de toda esa sabiduría que el vivir le ha dado. Y es que tengo la suerte de tener una suegra, que aunque no haya estudiado, la vida y los años le han enseñado más que cualquier libro, y a sus 84 años, no hay quien le gane. Precisamente la abuela Farol alguna vez me dijo que en los peores momentos es cuando sale a relucir lo mejor de las personas.

Confieso que después del robo del que fui victima me había sentido un poco alicaída de ánimo, y cuando en la mañana de ayer prendí el televisor y vi la monstruosidad que hicieron con la fachada de RCTV el ánimo se me terminó de ir al piso. Ver tanto odio, tanta bajeza, tanta barbarie, tanta destrucción y tanta cosa fea, me conmovió profundamente. ¿En que país estoy viviendo? Era la pregunta que daba vueltas en mi cabeza. Mi Venezuela, aquella Venezuela decente, bonita, segura, respetuosa, con valores, aquel país en el que me crié, aquel país donde mis padres dieron lo mejor de sí para sacarme adelante junto a mis hermanos, ¿donde está? ¿qué pasó con el?.

No tengo por qué negarlo, lloré al ver lo que hicieron en la fachada de RCTV. Me recordé de mi abuelo y mi padre, quienes no se pelaban la Radio Rochela por nada del mundo. Recordé también a mamá y sobretodo a la abuela, para quien Radio Caracas Televisión fue siempre lo máximo, y hasta el final de sus días le fue fiel a ese canal, que ella sentía como suyo, "mi compañero de la casa" le decía. "¡Menos mal que no están vivos para ver esto!" fue lo que pensé, porque no me cabe la menor duda que hubieran sufrido bastante ante tanta ignominia.

Sin embargo siempre hay que echar pa´alante, así que como tantas veces he hecho, saqué fuerzas de donde no las tenía, puse de tripas corazón, sequé mis lágrimas, y a continuar con las labores del hogar, y de allí al trabajo. Aunque apliqué eso de que al mal tiempo buena cara, la verdad es que por más esfuerzo la sonrisa se notaba más fingida que la de galán de novela Mexicana.

A eso de las 12:15 me llegó al trabajo un mensaje de la abuela Farol. "Lucecita pon Radio Caracas". Era la hora de almuerzo pero yo no había salido todavía a comer al mismo restaurant de siempre, porque estaba terminando un trabajo. Me dirigí hasta la sala de juntas y prendí el tremendo TV que tienen allí.

Lo que vi fue realmente emocionante, cientos de trabajadores del canal, desde los técnicos hasta los actores, pasando por periodistas, ejecutivos, secretarias, camarógrafos, asistentes, señoras que limpian, y el propio Marcel Granier, pintando la fachada del canal. Eran personas de todos los credos y colores, de las más diversas clases sociales, y estaban todos allí unidos por una sola causa: Radio Caracas Televisión. Sus caras estaban felices, se veían contentos, la alegría y el amor por lo que estaban haciendo se notaba. Era un ambiente tan bonito, todos al ritmo de esa emotiva canción llamada "Un corazón que grita", defendían su canal, su casa, el sitio en el que han elegido trabajar, donde han vivido momentos buenos y malos, donde ha transcurrido buena parte de su vida, donde han crecido como profesionales y seres humanos. Allí no había distinción, y esa "buena vibra" de la que alguna vez hablaron en sus cuñas se sentía.

El verlos allí como una gran familia unida defendiendo lo suyo, me emocionó bastante y nuevamente lloré. Esta vez no fue de tristeza, fue de alegría. Allí estaba esa Venezuela que creía perdida, ese país bonito, esa gente decente y trabajadora, ese pueblo con el que crecí, el que mis padres y abuelos querían y del que formaban parte. No saben lo que hubieran dado por estar allí con ellos pintando el canal, y borrando con tanta alegría esas muestras de odio y maldad, disfrazadas hipócritamente de amor. Recordé nuevamente a papá, mamá, el abuelo y la abuela, y no saben como deseé que estuvieran en ese momento para que vieran y vivieran como su Radio Caracas era defendida por su gente. Es que no me cabe duda que por lo menos la abuela –que era más pata caliente que todos- no se como habría hecho, pero de estar viva, hubiera estado de primerita pintando esa fachada. Es que la vi clarita a ella con su brocha pintando, y recordé cuando era yo una niña y una tarde me agarró por el brazo, y me llevó de la mano a conocer Radio Caracas "el canal que yo más quiero".

Lo confieso, fue un solo llorar en la sala de juntas hasta que terminó la emisión meridiana de El Obsevador. Pero ya lo dije, fue un llanto de alegría, porque no todo está perdido, y con su dignidad, esos trabajadores, esa gran familia de Radio Caracas Televisión, me devolvió la alegría y la esperanza. Como siempre la abuela Farol tuvo razón: "En los peores momentos aflore lo mejor de cada quien"…y ahora más que nunca, cuando sentí que "hay un corazón que grita, que hay una emoción bonita llena de amor y ganas de seguir", yo estoy con RCTV.