¡Pobre Caracas! ¡Pobre Venezuela!

Un viaje de trabajo, tengo que decirlo, no es nada desestresante. Muchos almuerzos, muchas reuniones, muchos tacones, mucho maquillaje, mucho rimel, mucho talleur, mucha falda, etc, etc, etc. Lo que uno menos tiene es tiempo para salir y conocer las grandes atracciones turísticas de las ciudades; sin embargo se terminan conociendo los espacios cotidianos por donde transita el común de sus habitantes, y es allí donde mejor se puede apreciar cuan bien funciona o no una ciudad. Con todo el dolor de mi alma, y que me digan traidora a la patria si les da la gana, tengo que decir que Caracas comparada con Santiago de Chile, Lima, y la misma Ciudad de Panamá, es un asco. ¡Qué vergüenza de capital, qué vergüenza! La inmundicia de nuestras calles jamás la verá en ninguna de esas ciudades, y eso de aceras rotas, mendigos tirados en ellas, o niños haciendo malabares en los semáforos en las industriales cantidades de estos predios, juro que no lo ví en ninguna de esas capitales.

Santiago de Chile me encantó, y de hecho por la mente me cruzó que dado el caso que me tocara salir de Venezuela, sería allá donde me iría. Había bastante movimiento en los medios con el Festival de Viña del Mar, el cual empezó justo cuando yo me iba. ¿Inseguridad? Ja, ja, ja, ellos no saben lo que es eso y se quejan. La cantidad de muertos que es normal en nuestras calles para ellos constituye todo un escándalo, ¿ven que bonitos son los países donde no se asesina a la gente por un par de zapatos? Eso si es un país que progresa, donde las cosas funcionan, donde sus gobernantes trabajan para resolver los problemas de la población y no para “pulverizar” y aplastar a la mitad de ella. Otra cosa, aquello sí es civilización, allá el congreso propone leyes y en la TV se hacen debates para estudiarlas y evaluar si son o no son lo más conveniente para el país. Nunca se verá a una Iris Varela imponiendo cosas “porque nos da la gana”. No, no, no, no, todo se evalúa y se estudia en función del país y la población. ¡Qué bonito es sentir que hay un gobierno que busca resolver tus problemas, y no empeorarlos!.

Lima me encanta. Como periodista me parece una ciudad envidiable ya que es una fuente inagotable de información. No hay día en el que no pase algo, haya un escándalo, o alguna información en caliente. Su prensa y TV son así: bastante movidas. La conocí hace años y ahora que vuelvo a ir me deja un aire de nostalgia, porque al compararla con Caracas uno se da cuenta que mientras allá progresan acá nos vamos para atrás. Tampoco voy a decir que ellos están muy bien, porque problemas tienen, el trecho con el desarrollo existe y es grande, pero se nota que hay ganas de progresar, de cruzarlo rápidamente, y parecen estar muy bien encaminados.

Ciudad de Panamá no es una mala opción, aunque un tanto aburrida. Comprensible en un país tan pequeño. Me impresionan los imponente edificios que se han construido o está en construcción, así como lo bien cuidado que está el casco histórico de la ciudad, ¡ay Dios mío, otro pesar más en mi alma! Yo que trabajo en pleno centro de Caracas, y paso por el casco histórico de la capital, les puedo asegurar que en el de Panamá, jamás verá esquinas calientes, tomadores de aguardiente con boinas rojas, gigantografías presidenciales, pancartas que dan cuenta de la corrupción de algunos, iglesias pintadas con grafitis obscenos, y en pocas palabras –a pesar de los pañitos calientes en las fachadas de algunos edificios de los alcaldes bolivarianos- la desidia que hay acá por todo lo que representa historia.

De Miami, ¿qué les puedo decir? Una ciudad de luces y bambalinas, que encandila y enamora. Aunque está en EE.UU uno se siente en ambiente, mucho latino por todos lados, y todo funcionando como debe ser. Claro, no todo, la luz falla y se los digo yo que justamente viví parte del “apagón” y me causó gracia que había gente realmente desconcertada y molesta con aquello, diciendo que “no era posible” que eso pasara, y que se demoraran tanto para restablecer los servicios. ¡Cómo se nota que no viven en Cuba, o en algunos estados de Venezuela como Aragüa!

Sin embargo el viaje tuvo algo malo: Llegué, señores, con la moral por el suelo. Se los voy a decir: realmente Venezuela está mal, muy mal. No se ni entiendo cómo hemos sobrevivido y soportado tanto; cómo nos hemos podido acostumbrar a tanta miseria y a que las cosas no funcionen; a vivir en un caos que tarde o temprano va a terminar por devorarnos o matarnos. Créanme que cuando uno sale, la envidia es el único sentimiento posible, la envidia y la tristeza, porque cuando se ven ciudades que uno conoció literalmente en la carraplana progresar de esa manera, y las compara con la decadente Caracas, lo que da es dolor. Con razón Fidel no deja salir de su isla a los cubanos, para que no comparen, para que no sepan lo que es verdaderamente bueno, para que se acostumbren y vean como normal a la mediocridad. Cuando uno está afuera es que se da cuenta de todo.

Pobre Venezuela, con tanta riqueza, y saqueada durante años y años por todos esos forajidos que la han desgobernado.