Mari Pili: ¡MISERABLE!

¡Qué indignación! Segura estoy que un día de estos se me va a romper el hígado con todas las cosas que me toca ver y vivir en este país. “Dedícate a la farándula” pareciera ser la solución milagrosa a los problemas, pero lo siento, encerrarme en una burbuja de luces y bambalinas mientras acaban con mi país, mi profesión, y mi todo, no es opción para mí.

El dicho dice: “entre bomberos no se pisan la manguera”, y hace referencia a que entre colegas, sea de la profesión que sea, siempre ha de existir una ayuda mutua y eso de estarse acuchillando no va.

Hace años cuando empecé en este oficio, era un valor muy arraigado entre los reporteros ayudarnos uno con otro, y casi pecado eso de hablar en contra de alguno. Sin embargo la práctica enseña, que más allá de esa solidaridad mutua que debe existir, el norte de esta profesión es la verdad, y cuando un periodista no dice la verdad y es necesario señalarlo o desmentirlo hay que hacerlo.

Desdichadamente hoy me he topado con la columna de Mari Pili Hernández en El Nacional. En algún momento la Hernández fue una periodista por la que sentí algún respeto, pero ella solita ha hecho que lo vaya perdiendo con las infelices cosas que dice y escribe.

Ella, la que jura ser la más decente, ética y moral periodista del país. La que se cree el arquetipo de la periodista digna. La Clark Kent del periodismo venezolano, que está sobre el bien y el mal, e incluso se da el tupé de restregarle el Código de Ética Periodística a los demás en la cara. Esa misma hoy ha dicho desde El Nacional lo siguiente al referirse a la oposición:

“En el fondo de sus corazones morbosos llegaron a darle gracias a Dios de que hubiera habido un terremoto en Perú (mis respetos, solidaridad y condolencias a ese pueblo hermano), para tener otra noticia de la cual hablar”

¡MISERABLE! Esa es la única palabra que le calza a una persona capaz de afirmar, o siquiera sugerir, semejante barbaridad. ¿Cómo ésta mujer va a decir que nosotros los que nos oponemos al gobierno de Chávez dimos gracias por el terremoto de Perú? ¿En qué clase de mente enferma y corazón siniestro cabe semejante afirmación? ¿Es que acaso el odio y la maldad la han consumido a tal punto? Podría decir ¡qué tristeza!, pero aquí no cabe otra expresión que no sea ¡qué asco!.

Tengo que decirlo: siento un desprecio enorme por gente como ésta capaz de afirmar cosas de ese tipo; así como por aquellos que desde la acera contraria pudieran afirmar que los chavistas se alegran de las tragedias de EEUU, o del mismo Perú gobernado por Alan García. Son gente que no vale la pena.

La justicia divina, dicen, es perfecta. Y allí la tienen: De la que fuera una de las periodistas más bonitas de Venezuela, hoy solo queda un amasijo de carne obesa cuya deformidad es directamente proporcional a la maldad que escupe en sus columnas.

Triste pero cierto, a la miserable señora Hernández sólo puedo terminar diciéndole: “cada ladrón juzga por su condición”. ¡Qué Dios la perdone!