La Venezuela maniquea de Mari Pili Hernández

Definitivamente la única periodista cercana al gobierno que aún goza de mi simpatía es de Vanesa Davies, y aunque me imagino que a la señorita de los contragolpes no le debe agradar nada que la tenga en estima, lo digo abiertamente y sin pena, porque mentira no es. Quizás el único punto que tengo para criticarle es que bajo su gestión de gobierno en VTV tenga cabida un espacio de la calaña de La Hojilla, pero buehhhh, allá ella.

Ahora bien, el caso contrario lo constituye Maripili Hernández, para cuya fortuna he de decir que ya no goza del más mínimo respeto de mi parte. Y hago énfasis en la palabra “ya”, porque otrora ella y otros periodistas eran para mí referencia obligada, ergo: Eleazar Díaz Rangel, Earle Herrera, Vladimir Villegas, Desiré Santos Amaral etc, pero con su actuar en estos últimos años, ellos mismos mataron su credibilidad. Sin embargo como siempre se les tuvo como buenos periodistas, la tentación de leerlos y tratar de encontrar en sus artículos la causa de tan extraña mutación siempre está latente.

Me sucede mucho con Maripili a la que leo cada vez que tengo la oportunidad de encontrarme con sus columnas en El Nacional. Han sido precisamente estas columnas, más que su participación en radio o TV, las que han hecho que perdiera toda mi estima. En ellas dice algunas barbaridades que asustan, como aquella criticada en este blog, según la cual los opositores nos alegramos del terremoto del Perú. También le encanta adelantarse a los hechos y hasta le dedicó su cada vez más reducido espacio en el otrora diario de Puerto Escondido, analizar qué pasaría "el domingo en la noche, cuando se anuncie la victoria del Sí".

Creo que escribe con mucha ira, o al menos con la bilis bien revuelta. Hoy me la encontré de nuevo en El Nacional, dando una cátedra de maniqueísmo digna de Mani, en la que afirma que Venezuela está dividida “entre oligarcas imperialistas y el pueblo nacionalista” y que “no hay reconciliación posible…porque la vida de millones de personas está en juego”. En pocas palabras que este país está dividido en dos grandes toletes irreconciliables, que jamás se entenderán, y que jamás se unirán, porque el de los malos opositores quieren agarrarse el país acabar con la vida de los buenos y nobles chavistas -que no dudo que los haya y lo sean, pero lo digo irónicamente-. Si eso es así como dice la Sra. Hernández –nótese que hasta de señora la trato- el último en salir que apague la luz y cierre la puerta, porque este país se acabó.