Le regreso la sonrisa a Ingrid
Cosas como estas son las que a mí me hacen muy feliz y me reconcilian con la vida. Escribo estas líneas sumamente emocionada luego de ver el regreso de Ingrid Betancourt a la libertad, a la vida. A ella no la conozco, pero nos une un vínculo inherente a todos los que habitamos este planeta: la humanidad.
¿Cómo no emocionarse al ver el reencuentro de una madre y su hija 10 años después? ¿Cómo no conmoverse con ese abrazo? ¿Cómo no sentirse feliz al ver volver a la vida a ella y a los otros secuestrados, independientemente de donde sean? Es algo de piel, algo que no tiene fronteras ni límites.
El secuestro es un acto monstruoso, de abominable crueldad, algo indefendible, una acción miserable que va matando lentamente a la víctima y sus familiares. El de ella duró 6 años, y el de sus otros compañeros hasta una década entera. Años y años en el infierno que acaban por hacer parecer a la muerte como una dulce vía de escape. Es simplemente algo atroz.
Es por eso que verla a ella y sus compañeros salir de allí airosos, volviendo a nacer, con tanto temple y con tanta fuerza, me hace profundamente feliz. Más cuando sus palabras se transforman en un testimonio de fe tan bello. Lo primero que ella hizo fue darle las gracias a Dios por ese milagro, y fue tan hermoso verlas a ella y su madre arrodilladas orando, bajo la guía de un sacerdote de la Santa Iglesia Católica, tan vapuleada y agredida en mi país, que de solo recordarlo se me pone chiquito el corazón.
La narración del momento en el que le anunciaron su liberación fue sencillamente hermosa. Cuando ellos estaban montados en un helicóptero, esposados, creyendo que la guerrilla los llevaría a otro lugar para someterlo a más vejaciones y humillaciones, según relató:
"El jefe de la operación dijo: 'Somos el Ejército nacional. Están en libertad'. El helicoptero casi se cae, porque saltamos gritamos, lloramos, nos abrazamos. No lo podiamos creer".
¡Qué belleza! De imaginarme el momento me vuelven a dar ganas de llorar, porque esas son las cosas que en medio de tanta desgracia y tragedia, hacen que uno vuelva a sonreír, que aumente la fe de en Dios y la Santísima Virgen María, y que en definitiva se reconcilie con la vida.
Por eso no puedo dejar de expresar toda mi alegría por Ingrid, por su madre, por sus hijos, por su esposo, por su familia, por los demás rescatados, por los familiares de ellos, por el ejercito colombiano que ejecutó tan impecable operación, en fin, por todos los que hoy compartieron con nosotros el milagro de volver a vivir. Y elevar una oración al cielo por las demás personas que aún están en manos de esos criminales de las FARC, para que el Señor los proteja, les de a ellos y sus familiares todas las fuerzas suficientes en tan terrible momento, y les devuelva pronto la libertad. Amén.
Cosas como estas son las que a mí me hacen muy feliz y me reconcilian con la vida. Escribo estas líneas sumamente emocionada luego de ver el regreso de Ingrid Betancourt a la libertad, a la vida. A ella no la conozco, pero nos une un vínculo inherente a todos los que habitamos este planeta: la humanidad.
¿Cómo no emocionarse al ver el reencuentro de una madre y su hija 10 años después? ¿Cómo no conmoverse con ese abrazo? ¿Cómo no sentirse feliz al ver volver a la vida a ella y a los otros secuestrados, independientemente de donde sean? Es algo de piel, algo que no tiene fronteras ni límites.
El secuestro es un acto monstruoso, de abominable crueldad, algo indefendible, una acción miserable que va matando lentamente a la víctima y sus familiares. El de ella duró 6 años, y el de sus otros compañeros hasta una década entera. Años y años en el infierno que acaban por hacer parecer a la muerte como una dulce vía de escape. Es simplemente algo atroz.
Es por eso que verla a ella y sus compañeros salir de allí airosos, volviendo a nacer, con tanto temple y con tanta fuerza, me hace profundamente feliz. Más cuando sus palabras se transforman en un testimonio de fe tan bello. Lo primero que ella hizo fue darle las gracias a Dios por ese milagro, y fue tan hermoso verlas a ella y su madre arrodilladas orando, bajo la guía de un sacerdote de la Santa Iglesia Católica, tan vapuleada y agredida en mi país, que de solo recordarlo se me pone chiquito el corazón.
La narración del momento en el que le anunciaron su liberación fue sencillamente hermosa. Cuando ellos estaban montados en un helicóptero, esposados, creyendo que la guerrilla los llevaría a otro lugar para someterlo a más vejaciones y humillaciones, según relató:
"El jefe de la operación dijo: 'Somos el Ejército nacional. Están en libertad'. El helicoptero casi se cae, porque saltamos gritamos, lloramos, nos abrazamos. No lo podiamos creer".
¡Qué belleza! De imaginarme el momento me vuelven a dar ganas de llorar, porque esas son las cosas que en medio de tanta desgracia y tragedia, hacen que uno vuelva a sonreír, que aumente la fe de en Dios y la Santísima Virgen María, y que en definitiva se reconcilie con la vida.
Por eso no puedo dejar de expresar toda mi alegría por Ingrid, por su madre, por sus hijos, por su esposo, por su familia, por los demás rescatados, por los familiares de ellos, por el ejercito colombiano que ejecutó tan impecable operación, en fin, por todos los que hoy compartieron con nosotros el milagro de volver a vivir. Y elevar una oración al cielo por las demás personas que aún están en manos de esos criminales de las FARC, para que el Señor los proteja, les de a ellos y sus familiares todas las fuerzas suficientes en tan terrible momento, y les devuelva pronto la libertad. Amén.
6 comments:
No me involucro mucho en política pero como en este blog hay de todo, le doy. En primer lugar parece que hay personas que este logro les parece una estrategia, un montaje, algo calculado, etc (según palabras de un invitado de VTV, que lejos de alegrarse por esto, lo único que hizo fue ponerlo en tela de juicio) pero a la final, supongo que existe cierta persona influyente (que llaman algunos presidente) al que le picaron adelante y debe estar rabiando porque el vecino país le quito la gran oportunidad de brillar y haber montado ese show primero. En mi opinión muy personal, estoy feliz porque a otros seres humanos se les ha devuelto uno de los dones más preciados recibidos de las manos de Dios...La Libertad !
Totalmente de acuerdo con usted,luz CLARITA.
Sola puedo decir GRacias a Dios solo el puede hacer posible lo que para nosotros parece imposible, estoy muy lejos de mi pais leo las noticias por internet y fue tan agradable encontrarme con esta buena entre tantas malas, Gracias Dios por hacerlo posible por Ingrid los estadounidenses y los otros 11.
Sólo espero que ojalá que Ingrid Betancourt y todos los demás secuestrados (incluyendo los que lamentablemente aún están cautivos por esos impresentables) puedan superar pronto este trauma...
Saludos!!!!!!!!
La liberación de Ingrid derramó por todo el planeta felicidad, alegría y esperanzas de que todo puede tener un final feliz... Han sido solo unos pocos los que están decepcionados porque no fueron ellos los protagonistas...
En mi casa estamos felices y seguiremos sintiéndonos siempre felices por la dicha de todo aquel que la necesite...
Saludos y felicidad para todos!
Ray Escobar
Hermosas tus palabras...
Saludos.
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